Los todistas son una raza en extinción: especialistas en no tener especialidades; estrategas en no tener estrategias; decididos a no tomar decisiones; carentes de vocación y el sentido especulativo de la conveniencia y la oportunidad. Seren, la señora que escribe en este blog, ha desarrollado, durante su amplio y diversificado paso por el todismo, todo tipo de diligencias laborales dignas de una pesadilla de Borges: lavaplatos, mucama, cartonera, canillita, empleada de veterinaria; barman, camarera, ayudante de sastre, vendedora ambulante, albañil, barista. Ella vendría a ser lo que en inglés se llama 'blue collar', o la gente que no tiene título universitario y desempeña tareas no profesionales. Esta mujer, como el resto de los todistas, tiene un sentido y comprensión estético mas bien ecléctico y difuso. No sabe la diferencia entre Barroco y Rococó; siempre supuso que Manet era Monet ( o viceversa ); o confunde el Art Decó con el Art Nouveau. Escribe con faltas de ortografía, se desentiende de la sintaxis, no entiende dónde van las comas; pero por otra lado, gusta de sacar fotos, martirizar relojes, ir a museos, visitar artistas y contar qué ve y cómo lo siente y experimenta. Señoras y señores, no los entretengo mas: Bienvenidos a Seren Vintage Watch Gallery

lunes, 22 de mayo de 2017

Relojes Monumentales en San Miguel de Allende - México

México tiene la particularidad que uno se mueve un poco y es como que entra en otro planeta. Esta ciudad no tiene nada que ver con la bulliciosa Oaxaca que les mostré hace unos días. El denominador común de la gran nación de América del Norte, sin embargo, es el color. En todo hay mucho color: la comida, los tejidos, las gentes, la música; hasta en las palabras. Los mexicanos tienen un infinito y saludable ejercitar de contar de mil maneras una misma historia y siempre lo contado es atractivo e interesante.
Quizás porque en el fondo los genes mandan y la memoria y habilidad oral aprehendida de los ancestros atraviesa el pleno siglo XXI con alegría, belleza y humor.
A qué sí: los mexicanos tienen mucho humor y ríen con alarmante facilidad.

San Miguel de Allende tiene varias particularidades: un centro histórico que se conserva inmaculado y tal y como era ( con mínimos cambios ) hace 250 años atrás; tiene la mayor concentración de población no mexicana del país y ha tenido en su haber tres nombres anteriores: Izcuinapan, San Miguel el Grande y San Miguel Chichimecas.
Y por supuesto que la ciudad debe su nombre a su fundador: don Juan de San Miguel.

Deseo mostrarles dos relojes. Uno está en el mero centro de esta ciudad en una torre junto a la Catedral de San Miguel. La torre es del siglo XVII pero el reloj está marcado en 1901 - puede que sea la fecha de una restauración. La torre y la parroquia están frente a una hermosa plaza llamada " jardín ".










A unos pocos kilómetros del centro de San Miguel de Allende se encuentra el muy pequeño pueblo de Atotonilco. Allí existe un Santuario considerado como " La capilla Sixtina de América " por la exquisitez, belleza, desborde y extrema sobreexposición del barroquismo mexicano de los murales que cubren la totalidad de las paredes y techo del santuario.
Esos murales fueron pintados por un solo artista, don Miguel de Pocasangre quién estuvo 30 años ocupándose de embellecer las paredes y techo del templo que conserva casi toda su estructura original de mitad del siglo XVIII.
El santuario tiene status de Patrimonio Cultural de la Humanidad y es hoy un lugar de constantes peregrinaciones.
Disculparán que no ponga fotos del interior del templo. No hago fotos en lugares donde se practica la religión - sea ésta la que sea -. Pueden, si les interesa, buscarlas en san google.
Pero sí le hice fotos al reloj de la torre. El reloj es electromecánico y fue puesto en funciones por la muy afamada casa mexicana de relojería monumental Familia Olvera de Zacatlán.









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