Los todistas son una raza en extinción: especialistas en no tener especialidades; estrategas en no tener estrategias; decididos a no tomar decisiones; carentes de vocación y el sentido especulativo de la conveniencia y la oportunidad. Seren, la señora que escribe en este blog, ha desarrollado, durante su amplio y diversificado paso por el todismo, todo tipo de diligencias laborales dignas de una pesadilla de Borges: lavaplatos, mucama, cartonera, canillita, empleada de veterinaria; barman, camarera, ayudante de sastre, vendedora ambulante, albañil, barista. Ella vendría a ser lo que en inglés se llama 'blue collar', o la gente que no tiene título universitario y desempeña tareas no profesionales. Esta mujer, como el resto de los todistas, tiene un sentido y comprensión estético mas bien ecléctico y difuso. No sabe la diferencia entre Barroco y Rococó; siempre supuso que Manet era Monet ( o viceversa ); o confunde el Art Decó con el Art Nouveau. Escribe con faltas de ortografía, se desentiende de la sintaxis, no entiende dónde van las comas; pero por otra lado, gusta de sacar fotos, martirizar relojes, ir a museos, visitar artistas y contar qué ve y cómo lo siente y experimenta. Señoras y señores, no los entretengo mas: Bienvenidos a Seren Vintage Watch Gallery

Certina calibre Certina 28-10 ( 1965 )

Acá una demostración de por qué mis amigos exageran mas de la cuenta: la insensata de mi amiga Meritxell, en un colapsado estornudo me hizo llegar este formidable Certina 28-10.
Que es un relojazo



Y una prosa poética que dediqué a mi amiga Meritxell por tan espléndido regalo

Las palabras son maravillosas.

Tienen ese encanto abrasador del verano del alma. Traspiran la bondad y pasión de las ánimas con sed de vivenciar momentos bellos, los plenos amores de rocíos y eternas primaveras.

Las palabras suelen no ser inocentes. Cargan los flujos de admiración, desdichas, momentos duros o extraordinarios que nos regala la vida; esta vida tan gloriosa, tan honesta, tan limpia.

Ellas nos inundan. Nos encontramos abandonados y sumergidos en ese cause infinito de vocablos, tintas, trances y plumas; solitarios y solidarios.
Solitarios porque el acto de fenecer en palabras no tiene comparación con otros actos de nuestra existencia. Y solidarios, porque las almas que estamos sujetas al embrujo de los escrito por nuestra mano, los grafos y su veneno inevitable e inevitado nos engrilla al infinito; con nuestras alegorías y gozos.

Las palabras quiebran lo solemne de los ritos y nos inicia en la temible y explosiva aventura de desnudarnos ante otros seres amados, imaginados, sucumbidos o adormilados. Si tienes la fortuna de encontrar un alter ego en tu palabra mentada y amada sabrás lo que es estar en la gloria, entre cielos reconvertidos y en la plenitud de tu espíritu sensible.

Imaginar, escoger, escribir y vivir con palabras es una experiencia que no elegimos, sino que padecemos con dulzura y recato. Con palabras puedes adular, estremecer, amar u odiar: todos sentimientos que son de entrañas hechas tripas y carne en la punta del plumín.

Formidables palabras, bellas, espontáneas o pensadas; amorfas o coléricas. Las palabras son eso que somos; por y a través de ellas....

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